La resolución 1325 [1]
sobre las mujeres y la paz y la seguridad adoptada por el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas instando la participación de la mujer y la incorporación
de la perspectiva de género en todas las iniciativas de paz y seguridad de las
Naciones Unidas, no solo enfatizó sobre el importante papel de las mujeres en
la prevención y resolución de conflictos, negociaciones, consolidación y
mantenimiento de la paz, en la respuesta humanitaria o en la reconstrucción
post-conflicto. También fue la constatación de que hasta la entrada del actual
milenio, a las mujeres en la práctica solo se les había reservado el rol de
sujetos pasivos en los conflictos. Excepcionalmente eran llamadas a las mesas
de negociaciones, pero no solo su participación activa resultaba minoritaria o
inexistente, apenas recibían atención específica. Tampoco se las consideraba en
la reconstrucción postconflicto.
Lo cierto es que las mujeres, junto con los niños,[2]
siguen siendo principalmente las
víctimas de, y en, los conflictos violentos, sus opiniones no son consideradas ni
siquiera después de finalizados y sus necesidades son habitualmente ignoradas.
Esta situación se ve agravada particularmente en aquellos
escenarios en los que de forma cotidiana, y al margen de la existencia o no de
conflictos, la mujer es relegada en su participación comunitaria, bien sea por
cuestiones atávicas, económicas, religiosas o culturales.
Una realidad que no es más que el reflejo fiel de la
marginalidad y exclusión que las mujeres han venido padeciendo, en mayor o
menor grado, en diferentes sociedades, culturas y tiempos.
En lo que atañe a la participación concreta de la mujer en los
procesos de paz, bien sea desempeñando una función oficial en las
conversaciones, bien sea participando en representación de las mujeres como
colectivo, como parte o representantes de grupos comunitarios o de la sociedad
civil, su intervención es bien reciente y cuando se ha producido se ha
caracterizado por un evidente desequilibrio.
Un estudio realizado en 2008,[3]
que examinó 33 negociaciones de paz, llegó a la conclusión de que sólo un 4 por
ciento de los participantes —11 de un total de 280—eran mujeres. Hasta finales
de 2010, tres de cada diecisiete jefes de misión (Representantes Especiales del
Secretario General de las Naciones Unidas) eran mujeres, mientras que el número
de miembros femeninos del personal militar era del tres por ciento, y de la
policía, nueve por ciento.
Treinta y uno de los procesos de paz más importantes que
tuvieron lugar entre 1992 y 2011, revela que solamente –atendiendo a la media
total- un 4 por ciento de los signatarios, un 2,4 por ciento de los mediadores
principales, un 3,7 por ciento de los testigos y un 9 por ciento de los
negociadores eran mujeres.
Participación de mujeres en 31 procesos de
paz
(1992 - 2011) [4]
|
Signatarias
|
Mediadoras principales
|
Mujeres testigos
|
Mujeres equipos negociación
|
El Salvador (1992)
Acuerdo de
Chapultepec
|
12 %
|
0 %
|
-
|
13 %
|
Croacia (1995)
Acuerdo de
Erdut
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
11 %
|
Bosnia (1995)
Acuerdos
de Dayton
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
Guatemala (1996)
Acuerdo de
paz firme y duradera
|
11 %
|
0 %
|
-
|
10 %
|
Irlanda del Norte (1998)
Acuerdo de Viernes Santo
|
10 %
|
0 %
|
-
|
10 %
|
Kosovo (1999) Acuerdo Interino de Paz y
Autonomía de Kosovo (Acuerdos de Rambouillet)
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
3 %
|
Sierra Leona (1999) Acuerdo de Paz de Lomé
|
0 %
|
0 %
|
20 %
|
0 %
|
Burundi
(2000) Arusha Acuerdo
de Arusha relativo a la paz y la reconciliación en Burundi
|
0 %
|
0 %
|
-
|
2 %
|
Papua
Nueva Guinea (2001) Acuerdo de Papua Nueva Guinea
|
7 %
|
0 %
|
-
|
4 %
|
Macedonia
(2001)
Acuerdo de Paz de Ohrid
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
5 %
|
Afganistán
(2001) Bonn
Acuerdo sobre disposiciones provisionales para Afganistán en espera
del restablecimiento de las instituciones permanentes de gobierno
|
9 %
|
0 %
|
-
|
9 %
|
Somalia
(2002) Eldoret Declaración
sobre la cesación de las hostilidades y las estructuras y los principios del
Proceso de Reconciliación Nacional en Somalia
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
-
|
Côte
d’Ivoire (2003) Acuerdos de paz Linas-Marcoussis
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
-
|
RDC
(2003) Acuerdo de Paz de Sun City (“el Acta Final”)
|
5 %
|
0 %
|
0 %
|
12 %
|
Liberia
(2003) Accra Acuerdo
de Paz entre el Gobierno de Liberia y Liberianos Unidos por la Reconciliación
y la Democracia, el Movimiento para la Democracia en Liberia y los partidos
políticos
|
0 %
|
0 %
|
17 %
|
-
|
Sudán
(2005) Naivasha
Acuerdo General de Paz entre el Gobierno de la República de Sudán y el
Movimiento/Ejército Popular de Liberación de Sudán
|
0 %
|
0 %
|
9 %
|
-
|
Darfur
(2006) Abuja
Acuerdo de Paz de Darfur
|
0 %
|
0 %
|
7 %
|
8 %
|
Nepal
(2006) Acuerdo General de Paz entre el Gobierno de Nepal y el Partido
Comunista de Nepal (Maoísta)
|
0 %
|
-
|
0 %
|
0 %
|
Filipinas
(2007) Gobierno de la República de
Filipinas, el Frente Moro de Liberación Nacional y la Organización de la
Conferencia Islámica (OCI)
|
0 %
|
0 %
|
-
|
-
|
RDC
(2008) Goma – Kivu del Norte
Acta de Compromiso
|
5 %
|
20 %
|
0 %
|
-
|
RDC
(2008) –Goma – Kivu del Sur
Acta de Compromiso
|
0 %
|
20 %
|
0 %
|
-
|
Uganda
(2008)
Acuerdo de Paz de Yuba
|
0 %
|
0 %
|
20 %
|
9 %
|
Kenya
(2008) Nairobi
Acuerdo sobre los principios de asociación del Gobierno de coalición
|
0 %
|
33 %
|
0 %
|
25 %
|
República
Centroafricana (2008)
Acuerdo General de Paz
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
-
|
Zimbabwe
(2008) Acuerdo entre la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico
(ZANU-PF) y las dos formaciones de Movimiento en pro del Cambio Democrático
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
-
|
Somalia
(2008) Acuerdo entre el Gobierno Federal de Transición de Somalia (GFT) y la
Alianza para la Reliberación de Somalia (Acuerdo de Djibouti)
|
0 %
|
0 %
|
10 %
|
-
|
Honduras
(2009) Diálogo Guaymuras Acuerdo Tegucigalpa/San José para la reconciliación
nacional y el fortalecimiento de la democracia en Honduras. Acuerdo
intraestatal
|
33 %
|
0 %
|
-
|
-
|
Filipinas
(2011)
Declaración Conjunta de Oslo
|
33 %
|
0 %
|
0 %
|
35 %
|
República
Centroafricana (2011) Acuerdo de cesación del fuego entre
la Unión de Fuerzas Democráticas para la Unidad (UFDU) y la Convención de
Patriotas por la Justicia y la Paz (CPJP)
|
0 %
|
0 %
|
0 %
|
-
|
Yemen
(2001) Acuerdo sobre el mecanismo de aplicación para el proceso de transición
en Yemen de acuerdo con la iniciativa del Consejo de Cooperación del Golfo
(CCG)
|
0 %
|
0 %
|
-
|
-
|
Este desequilibrio entre el destacado protagonismo involuntario
de las mujeres en los conflictos y sus parcas posibilidades de que les sea
reconocido en las fases de resolución, o en los escenarios de postconflicto,
carece de cualquier sentido. Lo cierto es que, si bien no se observa una mejora
significativa con respecto al desempeño de cargos oficiales (mediadores
principales, signatarios), la representación femenina en los equipos de
mediación así como el número y la frecuencia de las consultas entre el equipo
de mediación y los grupos de mujeres han ido en aumento.[5]
No obstante, se está produciendo un cambio de paradigma, no solo
como reacción a una situación difícil de justificar en la actualidad, también
desde la convicción de que las mujeres son por naturaleza mediadoras de
conflictos, con una particular predisposición en la búsqueda de la paz y la
armonía. Desde luego, los ejemplos no faltan.[6]
Y es que los conflictos
violentos no son una realidad neutra,[7]
en relación al género.[8]
El desafío post conflicto que
representa la consolidación de la paz, no puede eludir el compromiso de
incorporar a las mujeres en la imperiosa necesidad de encontrar estrategias y
valores en prevención del resurgimiento de la violencia. Las políticas de
inclusión, como tendencia, se ven avaladas igualmente por el reconocimiento que
gobiernos, organizaciones, instituciones y organismos hacen de la importancia de la participación de
las mujeres en todos los niveles de los procesos de paz.
Aún
cuando la mediación de alto nivel es el proceso más visible –y vistoso- muchas
han sido las iniciativas de nivel medio, la mayoría de las veces oficiosas, que
actuaron como disparadores de posteriores negociaciones para pacificar
conflictos violentos. El protagonismo de un buen número de ellas, bien como
lanzaderas de los procesos bien como complemento a los ya iniciados, fueron
facilitadas por mujeres procedentes de las zonas en conflicto, que contaban con
un conocimiento privilegiado, además del escenario en el qué el conflicto se
desarrollaba, de las técnicas adecuadas para gestionar las mediación sobre el
terreno.
Sin contar
con mandatos explícitos o formales, estas iniciativas se han resuelto incluso con
el recurso a relaciones personales que facilitaron conversaciones entre las
partes, mucho antes de que desembocaran en procesos oficiales.[9]
Además
de la integración de la mujer en los equipos de mediadores profesionales en los
procesos de pacificación, en los diferentes niveles, se hace imprescindible contar
con protocolos normalizados que posibiliten y regulen la participación de los colectivos
de mujeres de la sociedad civil en las diferentes fases de los procesos y en
las de consolidación y seguimiento en los escenarios postconflicto, facilitando
el establecimiento de vías de comunicación eficaces que garanticen el acceso al
contenido de sus aportaciones por las partes y las personas mediadoras directamente
para su examen.
Pero
la tibieza en la incorporación de la mujer a los procesos de resolución de
conflictos, no solo trae su origen en posicionamientos arcaicos. Para algunos
analistas “la ausencia de las mujeres en los procesos de paz no se justifica
por su supuesta falta de experiencia en materia de negociación o de resolución
de conflictos. Lo que se observa, más bien, es la falta de esfuerzos dirigidos
a integrarlas en los procesos formales de paz. Incluso firmes defensoras y
defensores de la igualdad de género y los derechos de las mujeres podrían
albergar dudas sobre algunas de esas recomendaciones, no por creer que las
cuestiones de género sean secundarias y no deban priorizarse, sino debido a la
existencia de una percepción profundamente arraigada de que la participación de
las mujeres y la inclusión de los temas de género puede ser perjudicial para el
éxito de las negociaciones de paz. Las partes podrían oponerse a que la persona
que actúe como mediador sea una mujer, por ejemplo.”[10]
Desde
la Resolución 1325, Naciones Unidas implementó la incorporación a sus misiones
de mantenimiento de la paz de coordinadores de cuestiones de género y asesores
de género. Los primeros atienden a cuestiones personales y puntuales
relacionadas con aspectos como discriminación laboral o acoso sexual. Los
segundos, son responsables de la incorporación de las cuestiones de género en un
amplio espectro. Desde la sensibilización y formación sobre estos temas a todo
el personal, incluido el personal militar y civil en todos los niveles, hasta
el empoderamiento de las mujeres locales para aumentar su participación en los
procesos de paz.
Atender
a la perspectiva de género exige también no desconocer que el género es
cultural y contextual y que las culturas no son en absoluto homogéneas. El
complejo equilibrio entre el respeto a las tradiciones culturales y los
derechos humanos básicos, encuentra un nuevo tensor en la realidad cierta de
quienes desde el interior de esas culturas dispares cuestionan legítimamente el
rol que se les impone socialmente y al que se resisten.[11]
Pero tampoco conviene desconocer que las mujeres como grupo, dentro del
contexto específico de una sociedad, tampoco lo conforman de manera homogénea y
en ocasiones son las principales instigadoras de la exclusión de sus pares.[12]
.
De todas formas, lo cierto es
que existe todo un catálogo de ejemplos en los que los procesos de paz se han frustrado
debido a múltiples factores, sin embargo todavía no se conoce ningún caso en el
que el fracaso pueda atribuirse a las reivindicaciones de las mujeres.
Las mujeres deben de incorporarse,
no sólo como mediadoras, también como proveedoras de soluciones a los
conflictos, además de poder ser escuchadas deben de convertirse en actoras en
los procesos de reconciliación. Su participación en la mediación de conflictos
servirá además para garantizar que los intereses de las mujeres y otros grupos
vulnerables no continúen opacos.
Fuente:
Vázquez López, Andrés. La cuestión
de género en conflictos violentos. Capítulo 4.4 (extracto), Modulo Mediación
en Conflictos Violentos, Curso Modular de Mediación,
UNED, Madrid 2014. Fundación
UNED.
|
[1] “Expresando preocupación por el hecho de que
los civiles, y particularmente las mujeres y los niños, constituyen la inmensa
mayoría de los que se ven perjudicados por los conflictos armados, incluso en
calidad de refugiados y personas desplazadas internamente, y cada vez más
sufren los ataques de los combatientes y otros elementos armados, y
reconociendo los efectos que ello tiene para la paz y la reconciliación
duraderas.
Reafirmando el importante papel que desempeñan las mujeres en la
prevención y solución de los conflictos y en la consolidación de la paz, y
subrayando la importancia de que participen en pie de igualdad e intervengan
plenamente en todas las iniciativas encaminadas al mantenimiento y el fomento
de la paz y la seguridad, y la necesidad de aumentar su participación en los
procesos de adopción de decisiones en materia de prevención y solución de
conflictos, Resolución 1325.” Aprobada por el Consejo de Seguridad en su sesión
4213ª, celebrada el 31 de octubre de 2000.
Disponible en:
http://www.lamoncloa.gob.es/espana/eh15/politicaexterior/Documents/Resolucion%201325%20mujeres.pdf
[Consulta: 23/02/2015]
http://www.lamoncloa.gob.es/espana/eh15/politicaexterior/Documents/Resolucion%201325%20mujeres.pdf
[Consulta: 23/02/2015]
[2] La Representante Especial del Secretario
General para Niños y Conflictos Armados, Leila Zerrougui, subraya que, “pese a
los esfuerzos realizados para terminar con la impunidad, las chicas continúan
siendo víctimas de violaciones y violencia sexual. Además, ellas también son
reclutadas y utilizadas como soldados. Las estimaciones indican que como mínimo
el 40 % de todos los menores que están relacionados con grupos armados, son
niñas. En este sentido, Zerrougui pide servicios específicos para la
reintegración de estas chicas, que se asegure la vuelta a sus comunidades de
origen incluyendo aquellas que ha sido obligadas a casarse, han sufrido
violencia sexual o han tenido hijos, circunstancias todas ellas que suelen ser
causa de rechazo por parte de la familia y vecinos.
Zerrougui hace un llamamiento para que los niños provenientes de
grupos armados no gubernamentales sean tratados, en primer lugar, como víctimas
y así ser entregados a las agencias y entidades encargadas de su cuidado. Se
evita de esta manera su encarcelamiento, por ejemplo, para que tengan acceso a
oportunidades de rehabilitación y reintegración."
Informe anual de la Representante Especial del Secretario General
para la cuestión de los niños y los conflictos armados.
http://reliefweb.int/report/world/informe-anual-de-la-representante-especial-del-secretario-general-para-la-cuesti-n-de-1 [Consulta: 01/02/2017] https://childrenandarmedconflict.un.org/es/
[3] Fisas, Vicenç. Anuario 2008 de Procesos de
Paz, Escola de Cultura de Pau, Barcelona, pp. 20 a 22
Consulta: [Consulta:
23/02/2015]
[4] Participación de las mujeres en las
negociaciones de paz: relaciones entre presencia e influencia. ONU Mujeres,
2012. Tabla. Disponible en: http://www.unwomen.org/~/media/Headquarters/Media/Publications/es/WPSsourcebook-03A-WomenPeaceNegotiations-es%20pdf.pdf
[5] “Estos datos indican que la insuficiente
representación de mujeres en las mesas de paz es mucho más acusada que en el
caso de otras funciones de toma de decisiones pública, en las que las mujeres
aún están insuficientemente representadas pero la diferencia se ha ido
reduciendo de forma progresiva. Esto incluye las funciones que normalmente
predominan en las conversaciones de paz: política, abogacía, diplomacia y
presencia como parte implicada en un conflicto armado. La exclusión estructural
de las mujeres de las conversaciones de paz tiene consecuencias notables sobre
la medida en que se abordan los temas que les conciernen, como la violencia
contra las mujeres o sus derechos de ciudadanía. Investigaciones recientes han
puesto de relieve la devastadora relación que existe entre exclusión y
fragilidad, haciendo hincapié en la elevada correlación positiva entre las
desigualdades económicas y sociales horizontales y el conflicto. Los Estados
presentan una vulnerabilidad particular cuando un elevado número de sus
ciudadanos están desconectados de las instituciones estatales, y cuando estas
últimas solamente rinden cuentas a una elite minoritaria.
La ausencia de las mujeres en funciones formales en los procesos
de paz plantea una serie de problemas; la escasez de grupos de mujeres de la
sociedad civil con acceso consultivo a los negociadores y mediadores plantea
otros. Con frecuencia, los grupos de mujeres representan y permiten expresar
las prioridades y preocupaciones de las mujeres, y lo harán con más
probabilidad que las mujeres que participan en las delegaciones negociadoras,
que deben defender los intereses de la parte a la que representan.
[6] En la India, en el estado
nororiental de Manipur, se cuentan por miles los muertos como consecuencia de
la violencia armada. La Red de Mujeres de Manipur, supervivientes de las
armas, fue creada por las mujeres para cicatrizar las heridas causadas por la
violencia armada en su comunidad. También las Meira Paibies o “portadoras de antorchas”.
[Consulta: 23/02/2015]
Mujeres y Adolescentes en
Riesgo Social- MARS: Empoderamiento de mujeres y adolescentes a riesgo en
Centroamérica – protección de la explotación sexual y promoción de los derechos
humanos.
Grupos como Umu Ada en Nigeria,
formado por mujeres, ofrecen en ocasiones consejos para conflictos tribales.
Disponible en: http://www.umuadaigbonigeria.com
Disponible en: http://www.umuadaigbonigeria.com
[7] “Mediante el análisis de género se desmonta
la tradicional visión de los conflictos armados como realidades neutras y se
pone en cuestión el hecho de que la génesis de los conflictos armados sea
independiente de las estructuras de poder que, en términos de género, existen
en una determinada sociedad. En segundo lugar, desde esta perspectiva también
se plantean serias dudas a las afirmaciones que pretenden homogeneizar las consecuencias
de los conflictos sin tener en cuenta la dimensión y las desigualdades de
género.” Dimensión de género en la construcción de paz, Barómetro 25, Escola de
Cultura de Pau, 2011
[Consulta: 23/02/2015]
[8] “El género es la categoría analítica que
pone de manifiesto que las desigualdades entre hombres y mujeres son un
producto social y no un resultado de la naturaleza, evidenciando su
construcción social y cultural para distinguirlas de las diferencias biológicas
de los sexos. El género pretende dar visibilidad a la construcción social de la
diferencia sexual y a la división sexual del trabajo y el poder. La perspectiva
de género busca evidenciar que las diferencias entre hombres y mujeres son una
construcción social producto de las relaciones de poder desiguales que se han
establecido históricamente en el sistema patriarcal.” Dimensión de género en la
construcción de paz, Barómetro 25, Escola de Cultura de Pau, 2011
[9] En
2004, Betty Bigombe, por iniciativa propia, trabajó como mediadora no oficial
entre el Gobierno de la República de Uganda y el Ejército de Resistencia del
Señor, ayudando a sentar las bases para las conversaciones oficiales de paz que
se celebrarían en Yuba unos años después.
[10] Participación
de las mujeres en las negociaciones de paz: relaciones entre presencia e
influencia. ONU Mujeres, 2012.
[11] "El multiculturalismo no debería
significar que toleramos la intolerancia de otra cultura" y que
"nuestras libertades no son optativas". Hirsi Ali, Ayaan, Se buscan
herejes: defendiendo el derecho a ofender, 2015. Disponible en:
http://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2015-06-28/nuevo-libro-de-la-autodenominada-hereje-ayaan-hirsi-ali-pidiendo-plantando-cara-al-islam-1276551603
http://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2015-06-28/nuevo-libro-de-la-autodenominada-hereje-ayaan-hirsi-ali-pidiendo-plantando-cara-al-islam-1276551603
[12] “En Malí, las mujeres urbanas tienen menos
dificultades para participar en los procesos de desarme que las mujeres rurales
que en general tienden a tener menos tiempo libre que puedan dedicar a las
reuniones. En este caso, la celebración de una reunión en la tarde (después de
diligencias durante el día, antes de la preparación de la cena), por ejemplo,
podría permitir que más mujeres participen. Cuando las mujeres participan, su
“heterogeneidad” no debe pasarse por alto. En Malí, las mujeres están
totalmente definidas en sentido estricto como esposas y madres. Sin embargo, si
no están casadas, o no encajan en los estratos sociales, podrían ser excluidas,
incluso por otras mujeres. Un ejemplo ilustrativo son las mujeres ex
combatientes. Durante su investigación de campo, el equipo de UNIDIR se
encontró con unas cuantas mujeres ex-combatientes de una comunidad. Cuando el
equipo de investigación pidió que participaran en un “grupo de discusión de
ex-combatientes, los miembros masculinos
del grupo se negaron, porque eran mujeres”. Del mismo modo, cuando a las mujeres se les pidió que
integraran el grupo de discusión de mujeres ex combatientes, también se
negaron, porque “las mujeres eran combatientes, no civiles”. El monitoreo
participativo y las técnicas de evaluación son herramientas para involucrar a
los diversos beneficiarios en los programas de ayuda. Sin embargo, todavía
tiene que ser sensible a las condiciones locales y debe perfeccionar las
metodologías de acuerdo al contexto local, a fin de que todas las voces sean
escuchadas”.
M Vlachová y L Biason,
Women in an Insecure World: Violence
against women – facts, figures and analysis, Ginebra, 2005, p. 198.
[Publicado en LinkedIn el 23 de marzo de 2018: https://www.linkedin.com/pulse/la-cuestión-de-género-en-conflictos-violentos-andrés-vázquez-lópez/ ]
+ Info. Publicaciones relacionadas:
"Las mujeres y su rol en la resolución de conflictos: de víctimas a combatientes y agentes de paz". Andrea Torrens, United Explanations, 19/03/2018
"Las guerras de los hombres fuertes, la red global de las mujeres mediadoras". Maria Solanas, Real Instituto El Cano, 02/04/2018
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